Divagué por unos minutos, era cierto que lo que caracterizaba a “Valle normal” (sí, ese nombre es el de mi ciudad, y pueden hacerlo, búrlense, siempre me he quejado de ello) era sus grandiosos días soleados, pero desde que llegué noté que era cosa del pasado.
-si- inquirí –pero… Es la temporada de invierno… ¿no es lógico que este así por ello?... digo… sin…sol- me miró con fastidio, detectando la evolución de mi burla.
-no es a eso a lo que me refiero- volteó los ojos en modo de fastidio –me refiero al ambiente frío y desolado, sin felicidad… sin magia- al decir la ultima frase me miró fijamente a los ojos, tiene un especial interés por ese tema, aunque, la verdad ni le entiendo. Es que eso es cosa de niños, nadie vuela o saca destellos dorados de una varita mágica o su mano…. Parecía estar leyendo mis pensamientos, pues cuando caí en cuenta, asintió del mismo modo en que lo hice
-es cierto- abrí los ojos más de lo normal -¿Quién era? o mejor dicho ¿Qué era?, es que se volvió cenizas que se dispersaron por el aire, y…y….- el sólo pensar en ello, me ponía la piel de gallina. Alcanzó mi mano y la entrelazó con la suya
-si, es lo que crees, es un ser ‘anormal’- seguía fijo en mis ojos –Evelyn… si yo… si yo fuese un ser ‘anormal’…. ¿habría un problema con ello?... ¿me temerías?- dijo, parecía estar interesado con mi respuesta, alcé una ceja confundida.
-lo siento… pero ¿Podrías repetir la pregunta?- dije
-oíste perfectamente- replicó justo cuando terminé de hablar, intenté decir algo, pero no podía siquiera emitir sonido… Él… ¿un ser anormal?
-serías incapaz de dañarme- dije al fin
-no fue eso lo que pregunté- refunfuñó
-es eso…. No me dañarías… -mirándole a los ojos levanté mi mano y alcancé su mejilla.
-No Evelyn…. No es bueno que…- quitó mi mano, y apartó sus ojos de los míos.- Mejor responde lo que te pregunté… el que no te haga daño no tiene nada que ver con lo que te pregunté… - completó.
-eres… eres a la única persona a la que le daría mi vida en sus manos… y sabes que eras cosas no las suelo hacer todo el tiempo.- una especie de sonrisa se dibujó en su rostro
-¿contento?-
-no del todo- dijo, y se puso de pié, luego me tomó del brazo y al dejarme a mi también de pié, se agachó un poco, invitándome a recostarme de su espalda
-vamos Evelyn- dijo justo cuando yo me dejé caer sobre la misma y sentía además de mi corazón a mil, como se restablecía para emprender una nueva aventura –ya se acabó el tiempo de jugar-.
Salió por la ventana como siempre, remontándose sobre los grandes pinos que envolvían aquella enigmática mansión, hasta llegar a la ciudad, ya estando en ella, nos quedamos sobre una azotea cerca del centro de la gran plaza de la ciudad. Me señaló un lugar, justo al borde de la misma, entendí de inmediato que quería que me agachara para observar con sigilo el lugar. Pude sentir como hacía lo mismo, dejando su brazo sobre mi espalda, cubriéndome con su grandilocuente aroma y haciendo que en cierto modo, además de sonrojada me sintiese apenada.
-La magia se esta perdiendo: y mas cuando van desapareciendo los valores y los derechos.- me dijo, casi al oído. Hablaba bajito, y su voz parecía un hilo, un hilo armonioso que quizás podría llevárselo la brisa fría que soplaba insistentemente. Luego volvió a señalar, yo aun hipnotizada por tanta perfección vi hacia el lugar que me invitaba a ver, al frente de uno de uno de tantos bares, un hombre ahogándose en su borrachera, desplomándose sobre el pavimento. Al parecer caía inconsciente
-es algo que regularmente se suele ver, mucho mas en la ciudad- dije sin entender en realidad que quería señalarme
-espera, y verás que quiero decir- seguía atento a su objetivo.
Yo que había apartado mis ojos de allí solo por intentar ver su rostro, hice lo mismo, esperé como me lo requirió. Al cabo de unos 5 minutos pude divisar la gabardina de un sujeto que venía caminando por la acera al frente del Bar, cuando pasó debajo de uno de los pocos focos de luz que alumbraban entre la oscuridad, pude ver una cinta blanca, entrelazada en el cuello de su camisa, así que entendí: un sacerdote había hecho acto de aparición. Pasó frente al moribundo ser que estaba derrumbado sobre el suelo, le miró con recelo y siguió su camino.
Allí quizás estaba lo que Michael me quería demostrar: la misma iglesia o persona que exigía a los demás hombres que no olvidasen el amor y respeto al prójimo, olvidando a un alma perdida entre el tiempo y en el espacio.
-Quizás tenía familia, hijos, o simplemente estaba allí, quizás el mañana no se le será otorgado- dijo a mi oído Michael, al notar que yo solo guardaba silencio. Aspiré una bocanada de aire
-nunca voy a la iglesia- dije cerrando los ojos y volteándome, haciendo que él tuviese que moverse hacia atrás para no estar incomodo.
-¡Hey! no cierres los ojos- me dijo tomando mi rostro -¡No cierres los ojos ante la realidad!... el cerrarlos no hará que ese hombre pueda conseguir un mejor camino, o que aquello mejore- señaló con un ademan de su cabeza hacia la calle otra vez.
Un niño de no más de 6 años en un rinconcito debajo de la gran estatua de “Sir Felicidad” uno de tantos héroes míticos, de esos que salvan a la gente de la miseria y de la perdida de la honradez y bondad. Ese niño vestido con harapos no es mayor que Katty, lo aseguro. Mis ojos ardieron al ver aquello, ¡Rayos! Qué pasa con este mundo.
-que no vayas a la iglesia no afecta en lo absoluto, que fueras a diario también daría igual, porque de todos modos, por más que des mil plegarias a diario, niños como el estarán pidiendo limosnas en las calles o plazas, esperando a que alguien se apiade de su triste realidad.- en su voz podía percibir como le frustraba en sobremanera aquello.
De todos modos, era cierto, la verdad. Nadie voltea a ayudar a un ebrio ni a un huérfano en la calle, todos van muy preocupados en: la cena, o su cita de la noche, en la discoteca o en el polvo que compraran en la esquina. Si, como el mismo lo había dicho, a nadie le importa la triste y mediocre realidad de los demás, para ellos, su vida es la más triste y mediocre. Sólo nombraría ese pecado de una manera: Autocompasión, y es algo que aborrezco.
-entiendo todo lo que me quieres decir, es cierto todo, pero, ¿eso que tiene que ver conmigo?- interrogué no muy segura del mensaje que me quería transmitir
-tu madre era una gran mujer- dijo
-¡¿conociste a mi madre?!- dije casi eufórica
Asintió levemente.
-su bondad no tenía límites, justo meses antes de su fallecimiento, logró reunir a todos los huérfanos y niños de la calle de la ciudad, los cuidaba junto a otras mujeres. Ese quizás fue el error- alcé una ceja sin entender
-¿error?- cuestioné
-si, allí es donde encajaríamos Vladimir y yo- mientras más hablaba, mas me llegaba la sensación de que después de que me dijese lo que me quería decir todo daría un vuelco de 180 grados, un temor me aturdía, comenzaba a crecer un nudo en mi garganta.
Al percibir que no emitía sonido alguno comenzó a relatar lo que me iba a revelar.
-Cada mala acción enriquece su ‘vida’ les dan fuerza para seguir atemorizando y por consecuente, les da superioridad hacia los demás. Sin embargo hay quienes no les gusta eso, y quieren crear una muralla para evitar todo. Resultado…- le interrumpí
-tres malditos metros bajo tierra- dije con voz dura, tratando de controlar las lagrimas que se me comenzaban a escapar. Al notar que guardó silencio solo pronuncié -¿Quién es Vladimir?-
-Ya lo conoces- dijo
-Y dices quien no da respuestas concretas soy yo- bufé de forma enojada
-El ‘sujeto del bosque’- dijo con cierto tono de fastidio
-¿el vampiro?- dije de manera sarcástica
-exactamente señorita- abrí los ojos mas de lo normal, al recordar a aquel ser toda la piel se me erizó. Estaba claro: soy una tonta niña asustadiza. ¡Hasta que lo recordé!
-Michael… tú…- como un flash nuevamente, busqué su costado, para encontrarme con algo que me dejó mas impresionada todavía. Su camisa blanca estaba impregnada del vinotinto de su sangre que ya estaba seca, pero no había herida alguna, estaba curado, sin rastro de nada.
Quedé paralizada, otra vez me lié, aunque algo muy en el fondo estaba segura de que era algo obvio otra parte de mí no podía evitar quedar perpleja. Levé mi vista, quedando frente a frente con la suya, estaba esperando algo me mí que yo no podía dar. ¿Por qué precisamente yo?.... ¿Por qué precisamente él?.
Era algo incuestionable, nadie aparece de la nada al salvarte, muchos menos volaba. Aquella perfección no podía ser humana, aquella voz, aquel aroma. Nada de ello. Daba vueltas una y otra vez, no podía salir de aquel pasillo, aquel túnel negro, no lograba ver el resplandor , estaba nuevamente como una niña perdida que no sabe cómo actuar.
-Evelyn….- dijo, yo me tomé la cabeza con ambas manos y di unos pequeños pasos hacia atrás, no es que le tuviese miedo, ni desconfianza, pero. Algo me aturdía.
-mamá…- se me escapó, rompí en un llanto inevitablemente fuerte, caí de rodillas a la velocidad de mis lagrimas al tocar el suelo, después de pasearse por mis mejillas. Otra vez los temblores me invadieron.
-¿quieres… decir que… Mamá… murió… por su….culpa?- gemía sin poder evitarlo, mi corazón dolía, mis ojos también. Se arrodilló frente a mí
-Ella no puso atención a su advertencia, y yo por darme cuenta de ello la intenté ayudar, sin embargo, logró hacer que todos me culpasen de cosas horribles y obligarme a ir a la mansión y no salir jamás, fue cuando logró su objetivo- me rodeó con sus brazos
-lo siento. Te entenderé si me odias- me dijo al oído
-¿odiarte?- cuestioné aun llorando –eso nunca, jamás de los jamases-
"El Único Obstáculo entre tu sueño y tú es: El Miedo a Fracasar"