Si me detengo a pensar en todo lo que me puede llegar a suceder, quizás llegaría a una conclusión, que mi vida es la más mediocre de todas. ¿Por qué razón?, porque simplemente solo veo lo que me sucede a mí. Tristemente, esa es la única realidad de la que puedo estar segura, me hablaba Michael aquella vez que vimos al niño en la plaza de la ciudad. Pequeñas escenas, como sacadas de una película antigua, pasaban al frente de mis ojos, sentía mi vida volver a pasar rápidamente frente a mí. Y no tengo las palabras suficientes para describir todo el temor que llevaba dentro de mí. Corrí todo lo que pude, gritando, sintiendo el dolor que no poder llorar, y una presión en mi estomago.
Había mucha gente, parecían intentar detenerme, me tomaban de las manos y murmuraban palabras tales como “tranquila, mantenga la calma”, se oían a lo lejos, como si estuviese en otra dimensión, tiempo o espacio, íntegramente perdida. Sacaba fuerzas de donde no las tenía para intentar zafarme y encontrar a Michael, necesitaba verlo, sabía que algo malo había sucedido.
Alguien soltó mi brazo, fue la oportunidad exacta para alcanzar huir. Emprendí mi desesperado andar, rebasando impedimentos, dejando atrás gritos alterados de personas, en búsqueda de algo que no estaba convincente. Lo que estaba a mí alrededor parecía difuminarse junto a misceláneos recuerdos que afligían y entorpecían mis sentidos. Parecía sentir dolor en mi mejilla, uno que se extendía por mi brazo derecho, siguiendo hasta mi espalda, no fue inconveniente para llegar al punto final de mi vida: justo cuando miré a Michael desplomado sobre el suelo, y a Vladimir con un arma en sus manos, mirándome con una sonrisa de victoria.
Maldita sea la vez que me dijiste que jamás te irías de mi lado. Mírate, allí en el suelo. ¿Qué demonios hice para merecer todo lo que estaba pasándome?
Reprochaba mi vida, todo lo que había perdido sin saberlo, y como solventaba una tortura por un pecado cometido cientos de años antes. Una daga había atravesado mi pecho, una imaginaria, que hacía extender la mezcla de lagrimas y sangre por mi piel, mientras me arrastraba en shock hacia el hombre que me había hecho sentir viva, una mujer especial.
Ahora los recuerdos hermosos solo servían para recordarme lo feliz que fui. Y no volveré a ser.
-Evelyn… cariño… siempre hay algo que hacer- me dijo una vez mi madre, aquella vez en que sentí por primera vez la muerte y lo que significaba. Aunque para una niña como yo, se reflejaba frente a ella, como su primera mascota. Mire lo que era mi tortuga con dolor, desesperación, ¿Qué no se suponía que estaba feliz conmigo?, porque… si hay un Dios justo, ¿Por qué se lleva a las cosas importantes?.
Mi madre se sentó a mi lado, abrazándome fuertemente, mimándome con todo el cariño que solo puede tener una madre. No debí responder nada, para que de una u otra forma supiese que estaba pensando.
-¿Por qué no le hacemos un lindo lugar para descansar?, te lo agradecerá, y podrás visitarla siempre, para hablar con ella- asentí levemente ante su idea, sin embargo, no podía negar lo que me dolía todo aquello. Ella besó mi mejilla –a veces existen ocasiones malas a simple vista, pero, hija, nunca lo olvides de todo lo malo algo bueno puede llegar a surgir- quizás creí entender aquella vez lo que me dijo o quiso dar a entender.
Pero no fue así. No lo entendí más que en esos instantes en que me dejé caer al lado de Michael.
Observé su rostro, inexpresivo, sus ojos cerrados, sus manos perdidas entre el suelo, parecía solo dormir, parecía decirme sin hablar que solo tomaba una siesta, y que después todo estaría bien. ¿Debería creer eso?. Tomé la mano de Michael entre mis manos, temblando, completamente exhorta en mis pensamientos.
Para este punto, no escuchaba más que el latido de mi corazón agonizante. Ni siquiera Vladimir era parte de mis miedos. De todos modos, si Michael no despertaría de su siesta, yo no quería sentirme viva ni mucho menos. Vladimir podría hacer lo que quisiese conmigo.
Entonces una especie de señal, o destello mágico, como quieran llamarlo me llamó la atención, mientras llevaba la mano de Michael a mi mejilla, sentí un leve movimiento, arrastré mis ojos hacia su rostro y pude ver de pronto un trivial movimiento en su cabeza. Recordé de pronto las últimas palabras de mi madre: “No todo es lo que parece”.
¡Debía hacer algo!, miré hacia los lados, volviendo a la realidad. La gente tenía toda una conmoción, me encontraba en medio de un grupo de personas que me observaban murmurando palabras hipócritas de lastima, y algunas hasta de recelo. Aun atontada, intenté localizar a Vladimir, no lo vi cerca de mí, entonces recordé que había observado un arma en sus manos. Debía estar huyendo o algo parecido, me levanté del suelo, divisando en donde me encontraba, advertí entonces que estaba cerca de la entrada del lugar.
Estaría perfecto para una huida, el auto estaba a unos 40 metros de la entrada. Miré nuevamente a Michael, un sujeto se me acercó de pronto, tomándome del brazo
-¡señorita!, ya viene la policía, están cerca- me dijo –debería venir aquí conmigo-
-¡Suélteme!- me quejé al instante, me intenté acercar a Michael, pero insistía, tomándome de la mano, pronto eran dos sujetos mas, intenté soltarme, pero nuevamente se me venían encima tratando de tranquilizarme. No podía estar tranquila, debía hacer algo inmediatamente. Sentí que tenía las horas contadas. Lograron hacer que me sentara a la fuerza, suspiré enfurecida, pensando en que cuando se distrajesen, encontrar la manera de escabullirme.
Sin embargo, noté que llegaban un par de médicos, y que examinaban a Michael, reflexioné: debería dejar que lo atendiesen, estaba en un lugar público, todos vieron lo que había hecho Vladimir, estaba segura, allí no me haría nada. Eventualmente, había notado que todo aquello parecía ser algo descabellado, ¿Por qué tomarse la molestia de hacer algo así?
“Porque me enferma siquiera pensar que Michael te toque”. Cual ruido macabro de una noche de luna llena, me estremecieron aquellas palabras, en voz de Vladimir, que sentí retumbar en mi mente, como si pudiese hablar a través de mis pensamientos o sub-consiente. Tomé mi cabeza con ambas manos, sintiéndome amenazada otra vez. ¿¡Cuando acabaría aquello!?.
Volví mi vista hacia el cumulo de médicos sobre Michael, parecían estar desesperados y el no daba señales de fuerza o conciencia. Apreté mi cabeza, desesperada. Dejaron de moverse, con una sensación extraña alzaron sus vistas cruzándolas entre sí, para luego mirar a el policía, que me di cuenta para esos instantes que había llegado, el mismo, bajo su vista. Traía una mala noticia, lo leía en su expresión y manera de dirigirse hacia mí.
Habló, disculpándose, y diciendo que se hizo todo lo posible. Cerré los ojos con fuerza. Aun había algo que hacer. Estaba segura de ello. El policía hizo que todos se dispersaran, dejándome a mi sola prácticamente. Michael aun estaba allí, en la misma posición. Me levanté y acerqué hasta él, lo tomé de un brazo y lo intenté alzar. Pesaba bastante, mire hacia los lados exasperada, debía hacerlo, después de varios intentos fallidos, estaba trayéndolo conmigo hacia el auto, trataba de murmurarle algo, pero las palabras se me habían borrado de los labios, estaría dispuesta a decir que había olvidado hablar.
Alcancé mis manos hacia la puerta del copiloto, la que logré abrir para intentar sentarlo en el asiento. No sabía lo que hacía, solo que debía moverme rápido.
-señorita…. ¡Deténgase!- oí decir a mis espaldas, cerré la puerta del copiloto y me giré viendo a los policías gritarme, abrí la puerta que me correspondía y me adentré al carro haciendo caso omiso a sus palabras. Puse mis manos al volante, a la vez desesperada miré a ambos lados, pensando en lo idiota que era por olvidar la llave. Viré mi vista hacia la de Michael, quizás en sus bolsillos encontraría, pensando positivamente, deseando con todas las ganas encontrar las llaves.
¿Saben qué?, La magia existe, como lo leí en un libro. Todo era cierto. Toqué las llaves, justo cuando sentí fuertes golpes en la puerta del auto, proveniente de los exasperados policías, con una velocidad impresionante, encendí el auto y pisé el acelerador, casi me estampo contra otro auto, pero después de aspirar una gran bocanada de aire, logré salir del lugar tomando la carretera otra vez.
Y aquello era mi nueva y primera locura. Un plan de escape de la realidad, no sabía cómo y porque, solo sabía que debía hacerlo. Mire de reojo a Michael que aun estaba en su siesta indefinida a mi lado, continué el tramo unos 30 minutos, hasta que comencé a reconocer la carretera. Íbamos en dirección hacia el pueblo otra vez. Faltarían un poco más de 50 kilómetros, lo que hacía que estuviese más tranquila. Mi plan, uno que acababa de crear, se basaba en ir a la mansión de Michael
El sonido de un teléfono me llamó la atención de pronto, confundida intenté mirar hacia los lados para encontrarlo, ¿Qué hacía algo como eso allí?. Dejó de sonar de pronto, no le tomé mucha importancia y continué mi tramo. Poco tiempo después estaba en las calles de la ciudad, vi en el inmenso reloj de la misma, apuntaba las 7: 00 p.m. Todo estaba nublado, habría que resaltar que las calles estaban desiertas, no había sonidos más que los que hacía el auto al andar.
El sonidito de un teléfono móvil me volvió a alertar, lo busqué, tratando de no perder el control del auto, advertí entonces que estaba en el suelo del auto, entre mis pies. Con dificultad logré alcanzarlo, vi en su pantalla un “llamada entrante”. Efectivamente, hacían una llamada a ese teléfono, viré mi vista hacia el inconsciente Michael, preguntándome si era suyo… dubitativa atendí dicho aparato, no hablaban del otro lado.
-¿Quién es?- pregunté lo evidente ante la extraña situación, no respondía nadie. Poco a poco comencé a sentirme más asustada, mientras me adentraba mas y mas entre las callejuelas de mi ciudad -¿hola?, ¿hay alguien allí?- silencio, no había respuesta. -¿Qué esto es una broma?, ¿Quién se quiere pasar de listo?-
Tragué saliva, no sabía qué rayos esperar. Apreté mis manos contra el volante, Michael estaba allí a mi lado sin hablar o decirme algo, yo iba detrás de lo que no sabía, ¿Qué estaba haciendo?. ¿Por qué me encontraba allí?, ¿Por qué me sentía tan vacía y sola?.
-¿no es divertido todo esto?- hablaron por fin del otro lado, estaría de más decir quién demonios era
-p-porque… ¿Por qué haces todo esto?- le respondí con mi corazón a mil por el terror, volviendo a sentir el dolor en mi mejilla con intensidad
-porque me entretengo, ¡Vamos Evelyn!, ¿no me digas que no te estás divirtiendo?- aquel maldito bastardo tenía la voz más divertida del planeta, rayaba en la burla, pero él no se veía u oía lindo haciendo eso. Estaba dentro de su juego macabro, y temía por Michael más que por mi vida.
-ya déjanos en paz… por dios, ¿Qué quieres que te dé a cambio?- le supliqué, soltó una enorme carcajada
-ya te di tiempo para eso, pero solo me pagaste con miradas de recelo… sabes, puedo ser mil veces mejor que Michael en la cama- rió con morbosidad, estaba asqueada. Me sentí insultada, mi sangre hervía, a la vez que temía. –En fin, tú te lo pierdes-
-¡Imbécil!, ¿Qué le hiciste a Michael?- dije, al borde del llanto furioso que se me quería escapar, soltó un pesado suspiro como si estuviese fastidiado por el tema
-yo no hice nada, cariño… tu lo llevaste a todo esto… gracias a ti podré acabar con él, ¡Muchas Gracias Preciosa!-solo le faltó aplaudir, respondí al instante
-¡Cállate!, tu lo hiciste, yo no…. Esto…. Esto lo ocasionaste tu- mi voz se entre cortaba, cada vez se me hacía más difícil maniobrar el volante
-Lo siento amor, pero no… tu asesinaste a Michael, el está al borde de la muerte por tu culpa, y tu madre murió por tu misma culpa… eres algo que no debe siquiera vivir-
Aquellas palabras, fuesen ciertas o no, destrozaban poco a poco mi corazón, me sentía insuficiente, impotente ante la situación. Mi mundo se hacía añicos mientras Vladimir disfrutaba todo en primera fila. Pensé en los chicos, en mi madre, Josh, Janet. En Michael también, en todo su amor, en que quizás no lo volvería a ver más. Me sentí al borde de un abismo, quería saltarlo ya para acabar con todo.
-mira al frente- me dijo Vladimir, entonces de pronto divisé a mi madre cruzando la carretera, mientras el auto que yo manejaba se iba sobre ella. Mis nervios solo se accionaron al hacer girar el carro, que, como sería lógico, comenzó a tambalearse de manera agresiva. Por un segundo oí la voz de Michael gritar mi nombre hasta que caí en oscuridad.
……….
“Evelyn…. ¡Evelyn, despierta!”
Tal y como lo llegué a sentir una vez, murmullos provenientes de la voz más hermosa que puede existir en el planeta me animaban a abrir los ojos. Era dulce, murmuraba mi nombre con insistencia, y una gran cucharada de preocupación. Hacía lo posible por abrir los ojos, pero mi cuerpo estaba pesado y adolorido. Recordé a mi madre, el auto y a Vladimir, sentí entonces un temor interno. Michael al parecer volvió a llamarme, parecía que mientras pasaban los segundos se sentía más desesperado, entonces intenté reunir fuerzas, debía lograrlo, intentar abrir los ojos o mover alguna extremidad de mi cuerpo.
Moví entonces con dificultad mi mano, sentí que tomó la mía con fuerza. Eso pareció ser suficiente para él, ya que un enorme abrazo fue su respuesta.
-necesito que reúnas fuerzas, abre los ojos- me murmuró al oído, seguí con mi lucha por hablar
-el… auto…- comencé a decir con dificultad –e-él…. T-tenía un…. Arma-
-lo sé, vas a estar bien, no es tan serio- me dijo, dejándome confundida, su voz era lejana, sin embargo seráfica, la de uno de los coristas celestiales
-n-no… tú... estabas…- suspiré, sentí mis pulmones pesados y adoloridos, mis palabras se limitaban a débiles murmullos casi sin sentido –inconsciente- finalicé
-¿de qué hablas?, corriste con fuerza, Vladimir a quien apuntó fue a ti, Evelyn, abre los ojos-
-p-pero…. El auto….-sentí lagrimas bajar a través de mis mejillas, mi cuerpo aun no respondía –los… médicos….- no sabía cómo explicarle todo el temor que sentí. Todo lo que sucedió mientras estaba allí, a mi lado sin siquiera moverse
-nunca hubo policías, bonita… ponme atención, está jugando con tus pensamientos- continuaba diciéndome al oído, meciéndome entre sus brazos –se fuerte, créeme, no hay nada que temer, solo abre los ojos, confía en mí-
¿Confiar en él?, era lo que me mantenía firme, lo único que evitó no desquebrajarme. Reuniría todas las fuerzas que fuesen necesarias para hacer lo que me pidiese. Así que lo intenté, traté de abrir los ojos. ¿Has olvidado alguna vez lo que es usar tus sentidos?, parecía que me era imposible moverme, había olvidado lo que era hacerlo por alguna razón.
-Evelyn… por favor… mírame, necesito saber si puedes hacerlo- seguía insistiendo, al ver que no pude siquiera moverme, intenté abrir los ojos. Lo logré después de luchar en contra de la pesadez que sentía. Michael sonrió cuando logré localizar sus ojos, parecía un poco más tranquilo.
Alguien aplaudió. Traté de girar mi vista, notando a Vladimir recostado de una de las puertas del lugar en que nos encontrábamos, a juzgar por las paredes y el lugar, estábamos en la mansión de Michael.
-“estamos entre el límite del tiempo y la realidad”…. ¡Qué astuto!- exclamó Vladimir –por eso la traías aquí, sabías que sería una desventaja para alguien como yo pisar este lugar-
-¿alguien como él?- cuestioné confundida
-Existen personas que aprovechan su cerebro- dijo Michael enojado, hablando de manera sarcástica, ambos estábamos en el suelo, el me tenía entre sus brazos.
-yo diría que le temes a mi poder, es todo- bufó Vladimir, que comenzó a reír como desquiciado
-¿Poder?, ¿uno que se basa en espantar a la gente y aprovecharse de sus miedos?, eso es lo mismo que la cobardía de un militar al dispararle a un niño que lo vio hacer algo mal… - inquirió Michael, con rudeza en su voz
-te crees la gran cosa, sólo porque estás aquí dentro, ¿sabes algo?, ella morirá estemos o no aquí…. Se irá cuando yo quiera, porque yo quise que así fuese- decía Vladimir, convencido de sus palabras
-M-Michael- tartamudeé
-gracias a él volviste a la vida aquella vez- comenzó a relatar Michael, sosteniéndome con fuerza, podía sentir los latidos de su corazón, irradiaban furia y determinación. Me inyectaban fuerza y seguridad. El mas que nadie sabía que aun estaba confundida en cuanto al tema, dado que no llegue a recordar nada, así que, fue el más comprensivo –si no hubiese sido por su obra, quizás hubiese vagado siempre, sin volverte a ver… el utiliza poderes ocultos, estuvo detrás de ti porque encontraste el elixir de la vida eterna, quizás hablaste con el mismo Nicolas Flamel, así que eres parte de la piedra rojiza de la vida eterna-
-La piedra filosofal- inquirí en un murmullo
-todo es fácil y sencillo, estabas muerta, pero encontré la manera de regresarte, y hacer que no obtuvieses estar cerca de Michael, porque eres para mi… ¿entiendes?- replicó Vladimir –me debes la vida, por eso sigo siendo el mismo para ti-
-¡Te aprovechas del poder de la piedra para seguir con vida a través de los años!, eres un ser despreciable e inhumano- peleó Michael, Vladimir tasqueó fastidiado
-¿y tú no?, estuviste presente en todo lo que hice, y heredaste un poco de todo ese poder… ¿o no “maestro Jackson”?..,- dijo Vladimir
Recordé cuando el desaparecido alcalde de la ciudad dijo aquellas palabras frente a mí y Michael. Entendí tiempo después que se referían a su “magia”. Michael no era un ser humano normal, y de eso me di cuenta desde el principio, sin embargo, nunca imaginé que sus poderes vendrían desde una piedra que supuestamente no existe. Lo descubrí: Vladimir decía la verdad, yo fui la causante de todo en cierto modo. Desde siempre, yo fui la razón
-¿y cuál es tu plan?, ¿asesinarla para tú morir también?- dijo Michael interrumpiendo el silencio que de pronto había aparecido en el lugar.
-si provengo de años atrás sin temerle a la muerte es porque en mi no ha afectado el tiempo, por eso me traes aquí… porque estamos entre la línea del tiempo, lugar donde mis poderes no son validos, es lo que crees…. ¿no?- dijo Vladimir, terminando con una pregunta
Tiempo: cuando hablo de tiempo, hablo de aquel elemento que me mide las circunstancias o acciones que ocurren en todo lugar, dándole un lugar exacto, basándose en segundos que me hacen ver el pasado, presente y futuro. Vladimir tenía la habilidad de lograr manejarlo a su conveniencia, pero, en la mansión de Michael era distinto, ella marcaba una línea en el tiempo, hacía que pudieses estar en el pasado o futuro, mientras aun vives el presente. Así qué, esa sería una ventaja sobre Vladimir, o eso creo que fue lo que pensó Michael.
-¡Puedo hacer lo que me plazca esté donde esté!- exclamó Vladimir, de pronto me vi entre los brazos del mismo. Y vi a Michael en frente de mí. Lo hacía otra vez, jugaba con mi realidad, haciéndome sentir aterrada. Sentí la desesperación de parte de Michael también, parecía que pronto acabaría todo, al gusto de la maldad. Vladimir posaba una navaja en mi cuello, mientras me aferraba a él, tomándome con rudeza por la cintura.
-están conectados, no puedes… ¡No puedes matarla!- gritó Michael
-te equivocas…. Puedo hacerla sentir dolor- dijo, cuando terminó su oración pude sentir más dolor en mi cuerpo, especialmente mi mejilla, que pronto comenzó a sangrar. Apreté mis parpados, temblando de dolor, sentía navajas atravesarme las venas, lava volcánica quemarme la piel.
-¡Basta!- gritó Michael
Vladimir rió un poco –puedo asesinarla ahora mismo, no me sucederá nada, en cambio si yo muero…- deje de sentir con intensidad el dolor, me sentí desmayar, sin embargo algo me mantenía consciente, quizás el miedo que podía sentir a flor de piel.
-está bien- dijo Michael, de pronto –dime qué quieres, y haré lo que dispongas… solo no la toques, déjala de lastimar-
-se el militar que mata al amor de su vida-
Vladimir le arrojó la navaja a Michael, y me lanzó al suelo, al cual caí sentada, me sostuve en el mismo con mis manos temblorosas mientras un Michael estático me observaba a mí y a la navaja. ¿Qué pasaba por su mente en aquellos segundos?, debía quizás asesinarme, así todo acabaría… ¿Qué esperaba?, ¡Hazlo!, ya mismo.
No se movía en lo absoluto.
Vladimir observaba la escena como si fuese la película del siglo.
Y deduje en aquel momento, cuál era mi lugar, y su espacio. Que a veces no todas las historias tienen que concluir convenientemente para que fuese un final feliz. Yo erigiría el mío con ilusión y firmeza. Una que haría con mis propias manos, ya que lo vi ineludible. No sería el final que soñé pero uno que era muy inevitable. Gocé un centelleo de fe, pude ver como esa vela jamás se apagó, y agradecí haberla encontrado. Me quejé por mucho tiempo, muchísimo a decir verdad, de todo lo que me sucedía, cuando por mi culpa, la ciudad estaba en deplorables situaciones. Yo cuando viví con una vida feliz dentro de lo normal y tranquila, otros vivían en desgracia y mas, aun así permanecí quejándome de todo lo que me sucedía sin ver que era mi culpa.
Encontré mi camino, vi lo hermosa que puede llegar a ser la vida, y agradecí cada segundo en que Michael me amó con todo su ser. Agradecí el haber logrado responderle con todo mi amor y sinceridad. Ya era hora de terminar la opresión: elevé mi vista topándome con sus ojos saturados de consternación, cuando me miró, pareció concebir lo que le pretendía participar, sonreí, el me respondió con una sonrisa que apenas se percibió en sus labios.
Sé que estaba en discordancia con lo que yo haría, pero, prosiguió hasta el final con mi decisión final.
Trasladé una de mis manos hacia mi cuello, tratando de localizar el collar que me había regalado, sin embargo, no lo encontré. Suspiré bajamente, había perdido mi mayor tesoro. Viré mi vista levemente hacia la dirección de Vladimir, observé sus pies, y como detrás del, estaba el enorme ventanal por donde Michael y yo acostumbrábamos a entrar, estaba abierto, y las cortinas danzaban con la fría brisa de aquella noche de luna vieja.
Los copos de los arboles me saludaban desde afuera, demostrándome la gran altura en que nos encontrábamos, y que las raíces de ellos mismos, me estaban esperando al final. Suspiré decidida.
-Michael…- dije, mientras intentaba levantarme
-¿Qué pretendes huir?- bufó Vladimir
-Te amo- le dije sonriendo, en cuanto logré levantarme, me mantuve tambaleante por unos segundos, Vladimir se me acercó, sin embargo, con todas las fuerzas que me quedaban en mi último respiro de vida, corrí a donde se encontraba, empujándolo conmigo hacia el vacio, más allá de mis miedos y angustias. Estaba desafiando al tiempo y la gravedad, yendo directo al suelo, junto a quien me había hecho la vida imposible.
Sentí de pronto los brazos de Michael. Me abrazó con fuerza, antes de caer.
¿Saben qué?. Descubrí el verdadero significado del amor. Va más allá de la muerte.
FIN
"El Único Obstáculo entre tu sueño y tú es: El Miedo a Fracasar"